miércoles, 20 de febrero de 2013

Placebo, el control del cuerpo por el cerebro



“El efecto placebo es la capacidad curativa de un agente terapéutico que no contiene ningún fármaco en su composición. Se trata, por tanto, de un fenómeno psicológico o psico-fisiológico en el que los síntomas de un paciente pueden mejorar mediante un tratamiento con una sustancia placebo, es decir, una sustancia sin efectos directamente relacionados con el tratamiento de aquello que estaría causando los síntomas de dicho paciente, siempre que el paciente no conozca que está tomando un placebo en lugar de un fármaco.

También es el causante de que funcionen los métodos de la medicina no convencional, en que los pacientes se curan solo si creen en la curación, no porque el método aplicado sea efectivo contra esa enfermedad.

La explicación fisiológica postulada para este fenómeno sería la estimulación (no por parte de la sustancia placebo, de lo contrario no entraría en la definición) de parte del cerebro que daría como resultado la mejoría del cuadro sintomático del paciente que afirma estar aquejado por un mal a su salud.”

Esta es la definición que da la Wikipedia del efecto placebo.

Es un efecto para mí muy importante, porque implica que el cerebro es capaz de actuar en determinadas enfermedades, y de actuar de forma determinante para su resolución.

Para algunos profesionales, lo que implicaría una curación a través del efecto placebo es que la enfermedad realmente no existía. Una explicación similar la darán si la curación se ha dado mediante una actuación de la mente sobre el cuerpo a través de una sugestión profunda, ya sea inducida o autoinducida.

Para otras personas será un efecto de la capacidad del cerebro para influir en el cuerpo. Esta capacidad de influencia es algo universalmente aceptado. La percepción del ambiente y de las circunstancias que nos rodean, la manera de percibirlas, determina que el cuerpo actúe más o menos activamente, más o menos estresado. Y esto actúa sobre la salud. Creo que nadie duda ya de esta influencia.

Sigue siendo discutible y discutida la profundidad y extensión de esta influencia. Aceptar que solamente el cerebro es responsable de lo que nos ocurre físicamente es tanto como negar la existencia de influencias exteriores, y casi parece que de las enfermedades. No creo que sea así.

Negar la capacidad del cerebro de influir en el estado físico tampoco es una opción aceptable para mí. Y no soy partidario del reduccionismo físico, por el cuál todo se reduciría a la secreción de hormonas o de otras sustancias que supongan modificaciones físicas. Porque aunque el efecto físico último en algunos parámetros (por ejemplo la tensión o la frecuencia cardiaca) sí sean producidas por la secreción de sustancias, la mediación de la actividad cerebral es determinante: la forma de pensar, las percepciones, las creencias, lo aprendido… lo que en definitiva constituye la mente humana, tiene influencia en la forma de actuar del cuerpo.

Desde mi perspectiva, reducir los planteamientos a un mero efecto físico, no es aceptable. Pero en el fondo tampoco me resulta determinante.

Tomando un símil informático, sería como pretender que un programador de software trabajase únicamente con la forma en que la electricidad se va a desplazar por los circuitos del procesador. Una vez establecido el lenguaje de programación, los informáticos crean programas, sistemas que realizan funciones y actividades, aunque no comprendan el funcionamiento físico de la máquina.

Para mí lo importante es influir en el software, en la forma de pensar, en las creencias, para permitir un mejor funcionamiento del cuerpo. La existencia del efecto placebo resulta suficiente para que yo emplee tiempo en cambiar las etiquetas autoimpuestas, las creencias, la forma de ver la vida, para obtener mayor bienestar físico y, por supuesto, mental.

Esto no significa que todas las enfermedades puedan curarse mediante la actuación única y exclusiva de la mente, bien de forma consciente o bien de forma inconsciente. Daniel Goleman trata el tema de forma excelente en su libro Inteligencia Emocional, en el capítulo Mente y Medicina:

        “Los pacientes, por su parte, se han visto obligados a compartir este punto de vista y a sumarse a una conspiración silenciosa que trata de ocultar las reacciones emocionales suscitadas por la enfermedad o a desdeñarías como algo completamente irrelevante para el curso de la misma, una actitud que se ve reforzada, asimismo, por un modelo médico que rechaza de pleno la idea misma de que la mente tenga alguna influencia significativa sobre el cuerpo.

        No obstante, en el polo opuesto nos encontramos con una ideología igualmente contraproducente, la creencia de que somos los principales artífices de nuestras enfermedades, la creencia de que basta con afirmar que somos felices y salmodiar una retahíla de afirmaciones positivas para curarnos de las más graves dolencias. Pero esta panacea retórica que magnifica la influencia de la mente sobre la enfermedad no hace sino crear más confusión y aumentar la sensación de culpabilidad del paciente, como si la enfermedad fuera el testimonio palpable de un estigma moral o de una falta de valía espiritual”

Coleman explica cómo las emociones tienen un poderoso efecto sobre el sistema nervioso autónomo y el sistema inmunológico en relación con la liberación de hormonas, algunas de ellas asociadas al estrés. Él habla de emociones tóxicas, como estados emocionales que causan malestar y deterioro físico; un estado de enfermedad.

Desde el punto opuesto, también podríamos hablar de emociones y estados positivos que nos permitan un mayor bienestar. El efecto placebo muestra que la creencia en que una sustancia mejorará nuestro estado permite en ocasiones esa mejoría. Ese efecto puede ser inducido, como he dicho, sin que esto suponga un rechazo ni siquiera mínimo de la medicina tradicional. Ambas perspectiva son complementarias y de la mano de un afrontamiento optimista de las enfermedades o de estados de carencia de bienestar físico, es seguro que los resultados de la medicina serán mejores.

Coleman lo llama “Los beneficios Clínicos de los Sentimientos Positivos”, y para mí debería ser un aspecto a estudiar e implantar en la Sanidad, especialmente en lo que se refiere al trato entre los profesionales de la medicina y los pacientes.  Cuando los médicos transmiten optimismo, la curación es más rápida, por lo menos desde el punta de vista subjetivo del paciente. Incluso en situaciones extremas, una perspectiva optimista siempre mejorará la sensación, las expectativas, la vida del paciente, o en última instancia, la aceptación de la enfermedad.



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