miércoles, 20 de marzo de 2013

Síntoma, causa




No es lo mismo el síntoma que la enfermedad. Un síntoma es un cambio percibido en las funciones o en las sensaciones que alguien tiene de sí mismo, y puede ser indicativo de la existencia de una enfermedad.

Por ejemplo, si tenemos un dolor muscular y vamos a un buen fisioterapeuta, además de intentar solucionar ese síntoma, ese dolor, intentará buscar la causa por el que el dolor aparece. Puede ser una postura, la forma de andar, cargar con peso en el bolso y llevar éste siempre colgado del mismo hombro, o cualquier otra postura continua que tomemos.

Solucionar el dolor que aparece en un momento determinado puede ser sencillo. Eliminar la causa puede ser más complicado, sobre todo si no se encuentra o ni siquiera se busca.

Cuando tratamos con la mente, las cosas no son tan sencillas.

Tenemos fobias, miedos, dolores, malos hábitos, heridas en la mente que no sabemos curar. En estos casos encontrar la causa última puede no ser necesario. A veces lo más urgente es curar el dolor para permitir a la persona seguir avanzando.

Por ejemplo si tienes miedo a los perros, puede que se deba a que un cachorro te mordió cuando eras niño. El miedo a ser mordido de nuevo se instaló en tu mente, y cada vez que veías a un perro actuabas con miedo, reforzando un temor irracional. Saber la causa puede ayudar a eliminar ese miedo, pero quizás lo que necesites sea simplemente eliminar el miedo a acariciar un perro, especialmente si en tu entorno los hay.

Lo mismo pasa si tienes miedo a volar, a las serpientes, a las arañas o a mirar debajo de la cama.

Los miedos, las fobias, se pueden eliminar con técnicas que actúan directamente sobre la conducta, sobre el miedo en sí, acostumbrando a la mente a la situación temida.

Otras heridas de la mente son aun más complejas, y pueden deberse a una humillación sentida, a un sentimiento de culpa por algo que hicimos o no hicimos, o por algo que nos hicieron.

Muchas veces esa sensación se corresponde con una situación concreta, algo que pasó, y después cada vez que se repite la situación o alguna parecida, sentimos la misma sensación de humillación, de desasosiego. Cuando ese sentimiento se arraiga en la mente, hace que situaciones parecidas a aquella en la que se originó el malestar, también produzcan la misma mala sensación.

Conocer la causa puede ayudar. Hablar de ella puede hacer que se le despoje de fuerza, especialmente si se aprende a mirarla desde fuera, como espectadores de una película. Además existen técnicas para desenlazar la sensación de la situación. Para desanclar los miedos.

Cuando acudes a un coach para que te acompañe en un proceso de crecimiento, en un  proceso para encontrar respuestas a preguntas que ni siquiera conoces, encontrarás que en la mayoría de los casos no preguntan “por qué”, no necesitan saber qué te ha llevado a una situación de la que quieres salir, no necesitan saber la causa por la que te encuentras allí, sino dónde quieres ir, qué quieres hacer, cuándo quieres partir y cuánto tiempo quieres estar de viaje, qué estás dispuesto a hacer y a qué estás dispuesto a renunciar. Se centran en el ahora, en los síntomas mentales que te indican que algo no va bien y que quieres cambiarlo.

También existen técnicas para ayudar a personas a liberarse de miedos, de humillaciones, sin conocerlas en profundidad. Un entrenador mental, un psicólogo, aplicará estas técnicas, por ejemplo ayudándose de sugestión mientras el pupilo está relajado (relajación que se induce para que sea más efectiva).

Pero también puede ser bueno saber por qué. A veces es necesario conocer la causa de la herida. Esto es importante cuando esa causa sigue presente en la vida de quién pide ayuda, en nuestra vida. Si alguien teme salir a la calle, se puede actuar sobre ese miedo, como una fobia (agorafobia), pero si la causa de ese miedo es que en el edificio de enfrente vive una persona a la que temes, seguirás teniendo miedo a salir a la calle porque la causa no se ha eliminado.

En la mente actuar sobre el síntoma es positivo, actuar sobre el síntoma y la causa es mejor, aprender a actuar uno mismo sobre las causas y ser ayudado en superar los síntomas es todavía mejor.

Saber uno mismo el porqué de sus comportamientos, es interesante.

¿Por qué? Es una pregunta que a veces hay que hacerse. Y otras no.

Buscar la causa última por la que no avanzamos, buscar constantemente un “por qué” a cada situación, a cada sentimiento, a cada pensamiento, no es el mejor camino. A veces basta con mirar de frente y avanzar. Porque la vida sigue, y si nos quedamos parados, esperando encontrar la razón de todas las cosas, no veremos qué hay detrás del horizonte.


miércoles, 13 de marzo de 2013

Seguridad, autoconfianza y autoestima



Este fin de semana he estado viendo una serie de programas de televisión en la que cambiaban la forma de vestir de algunas mujeres (no vi ningún hombre entre los protagonistas del programa).

Todas las "intervenidas" aparentaban una gran confianza en sí mismas, a pesar de ser su indumentaria rayana en lo grotesco en ocasiones.

Sin embargo esa elevada autoestima desaparecía cuando se veían en el espejo de los ojos de los demás. En todas las ocasiones esa indumentaria y esa seguridad escondían miedos, traumas, venganzas o contestaciones a su entorno

La seguridad en uno mismo no es un enfrentamiento a los demás. Tener una elevada autoestima no significa que tengamos que desafiar a todos cuantos nos rodean como diciendo “Veis, no me importa lo que penséis de mi”.

Cuando veo a una persona cuyo aspecto y actitud es muy desafiante de forma continua, pienso que esconde algo, normalmente un miedo a mostrarse sin disfraz.

Me vino entonces a la cabeza el comienzo del libro “Soy más lista que el hambre”, (ISBN 978-84-15115-70-0), escrito por Eva Campos Navarro. Dice Eva que durante un tiempo tuvo un peso demasiado elevado, pero que aparentemente era feliz con su aspecto, hasta que se dio cuenta de lo falso de su pretendida felicidad. Es un libro muy recomendable, en especial para aquellas personas (el libro parece que sólo está dirigido a mujeres, pero vale para todos) que han hecho mil dietas y siempre recuperan el peso o simplemente no les funcionan. Eva no da dietas, te ayuda a buscar las causas por las que comes de más. Te recuerda que debes respetarte, y eso significa, entre otras, dejar de hacer cosas simplemente por lo que otros puedan pensar.

Sentirse bien con uno mismo no es mostrar a los demás lo bien que nos sentimos, lo contentos que estamos y lo poco que nos importan sus opiniones. La autoestima implica sentirse de verdad bien con uno mismo, quererse, y ser capaz de aceptar de verdad los defectos y de valorar las virtudes. Una autoestima alta significa saberse importante sin que el aspecto externo sea determinante, y poder llevar una ropa u otra en función de las necesidades de trabajo, por ejemplo.

Los jóvenes suelen llevar como bandera su aspecto exterior, pero eso no significa que su autoestima sea alta, sino más bien, como ya he dicho, se trata de una forma de esconderse,  o de demostrarles a los amigos que ellos son más importantes que la familia, asumiendo el uniforme del grupo o "tribu" a la que pertenecen.

La autoestima, es entonces la forma en que nos vemos a nosotros mismos, el valor que nos damos.

La autoconfianza es parecida, pero desde mi punto de vista no es exactamente igual. Es la seguridad que tenemos en alcanzar nuestras metas, en lo que podemos hacer, en lo que sabemos. En definitiva en aspectos relacionados con conocimientos o habilidades, en capacidades.

Ambas van de la mano. Pero se diferencian en el lugar en el que actúan.

La autoestima lo hace sobre la valoración que nos hacernos a nosotros mismos.

La autoconfianza sobre nuestras creencias en lo que podemos hacer.

Las dos deben ser fuertes. La primera sin resquicios, porque como he dicho muchas veces, cada uno es la persona más importante para sí, la única con la que vamos a convivir toda la vida con seguridad.

La autoconfianza debe ser también fuerte, pero realista, y en constante crecimiento. Debemos saber que somos capaces de hacer y hasta donde podemos llegar, pero también debemos tener la seguridad de que podemos crecer y aprender y así llegar más lejos continuamente, la seguridad de que nuestra capacidad de aprendizaje y mejora es continua, real, y que forma parte de nosotros como seres humanos.

Ambas pueden mejorarse. Las personas con autoestima baja pueden mejorar su visión de sí mismas, pueden aprender a quererse a pesar de tener errores, o de no ser perfectos. De hecho, todos cometemos errores, todos tenemos imperfecciones. Lo importante es quererse con los errores. Lo importante es saber que podemos corregir esposa errores y aparte prender de ella.

Puedes tener poca confianza en hacer algunas tareas bien, desconfiar de tus capacidades en alguna tarea concreta. A pesar de eso no hay que perder la autoestima. El exceso de confianza tampoco es lo mejor, de hecho en ocasiones el exceso de confianza acarrea problemas o accidentes.

Confía en tu capacidad de mejorar, en tu capacidad de aprender y cada vez serás capaz de hacer mejor cualquier actividad. Y nunca dejes de quererte. No necesitas demostrar a nadie lo bueno que eres, o lo poco que te importan las opiniones de tu entorno.

Quiérete a ti mismo, acéptate, debes saber que puedes mejorar, que no tienes por qué aceptar aquello que te gustaría cambiar de ti mismo, que puedes cambiarlo, que puedes cambiarte. 

miércoles, 6 de marzo de 2013

Uno, Dos y ...


Los cachorros humanos son los que más rápido aprenden. 

Igual que el resto de la animales exploran sus límites, sus horizontes, y necesitan hacerlo para aprender a enfrentarse con la vida.

Mirad este precioso vídeo sobre los cachorros:


(Gracias Gus)

Pero mientras que la mayoría de los animales explora los límites físicos solamente, los humanos exploran los límites físicos y también los límites mentales, aquellos a los que pueden llegar respecto de los padres y de las demás personas mayores.

Necesitan hacerlo, y es su trabajo. Los niños tienen que moverse, intentar conseguir las cosas que se les prohíben o que están lejos de su alcance.

Cuando quieran algo lo señalarán, lo requerirán. Depende del adulto el dárselo o no, o dejar que lo consiga por sí mismo; o, mucho más difícil, negárselo.

Tienen que aprender, y para eso tienen que experimentar. En la parte física tienen que utilizar herramientas, en la medida de sus capacidades físicas. Tienen que subirse a todos sitios, siempre con vigilancia y acompañados por palabras de apoyo, y no por amenazas (recuerda lo que conté acerca de lo obedientes que son los niños ).

Una idea que me gustó acerca de permitir a los niños hacer cosas "peligrosas" la podéis ver aquí.

También van a explorar los límites de las personas, van a intentar manipular a los adultos para conseguir lo que quieren. Pronto aprenderán que el llanto hace que los mayores estén pendientes de ellos. Si con el llanto consiguen siempre lo que quieren, lo aprenderán. Y si antes les hemos negado algo y se lo damos cuando llore, también lo aprenderán (“dáselo, que deje de llorar”, ¿lo has oído alguna vez?).

Tenemos que ponerles límites a los niños cuando son pequeños. Límites para que no nos manipulen, límites para que sepan que han de obedecernos. Pero no límites en cuanto a cuanto puedan aprender. Si la tarea lo necesita podemos acompañarlos, sin hacer las cosas por ellos. No es fácil. Especialmente cuando tenemos prisa. Y hay que aceptar que se van a manchar, que van a manchar la casa y que se pueden hacer daño.

Y si vas a ponerle límites, si quieres que deje de hacer algo o que cumpla con alguna obligación, tienes que cumplir tu palabra.

Un método para conseguir que nos hagan caso es contar: uno, dos y tres. Si vas a contar para que tu hijo haga algo, debes estar preparado para la posibilidad de que no te obedezca, ten preparado un castigo (por ejemplo mandarlo a un rincón de pensar) que sea posible de aplicar. Después cuenta con una cadencia, y si no hace caso pasa del dos al tres, no al dos y medio, porque aprenderá que siempre tiene más tiempo. Y si tienes que contar tres, aplica el castigo, sin dudar y sin dar marcha atrás, o aprenderá que se puede saltar los límites porque no va a pasar nada.

Recuerda que está aprendiendo, y que aunque carezca de conocimientos sí es capaz de razonar. Recuerda que constantemente está creciendo, física y mentalmente.

Un libro para tener una idea de las capacidades crecientes de los niños es:

“Tu hijo de los 3 a los 12 años”, de Ernesto Sáez Pérez .

Y un buen libro para tener una idea de cómo se está desarrollando es:

“Garabatos. El lenguaje secreto de los niños”, de Evi Crotti y Alberto Magni .