miércoles, 31 de julio de 2013

Conversaciones internas, emociones y cerebro de reptil.



La semana pasada escribí acerca de las emociones, de aquellas que, en las relaciones con los demás son nocivas.

A veces en nuestro interior mantenemos conversaciones internas alrededor de emociones similares. Esas conversaciones nos llevan a un estado cada vez mayor de activación, mientras le damos vueltas a un hecho pasado o a una previsión, a algo que esperamos que ocurra.

Estas conversaciones suelen ser negativas, alrededor de un sentimiento de enfado o de vergüenza, o quizá de miedo.

El proceso es algo así:

Un hecho nos produce una emoción básica, de enfado con alguien.

Esa emoción queda latente por cualquier motivo (no sabemos sacarla en su momento, el hecho es repetitivo...)

Cómo la relación con la persona que estaba en el hecho original continúa, comenzamos a pensar en lo que pasó y pensamos que deberíamos haber hecho o dicho o a pensar en la que va a pasar la próxima vez, anticipando problemas.

Esa conversación interna e improductiva lleva cada vez a un mayor nivel de enfado y de activación.

Cada vez más nerviosos y enfadados por lo que en realidad no ha pasado, ponemos en marcha la mecanismos de emergencia del cuerpo, en especial del cerebro.

Músculos tensos, mandíbula apretada, el estomago encogido...

Nuestro cerebro de reptil, la parte más antigua del cerebro, y que dirige las reacciones básicas, está muy cerca de disparar los mecanismos de lucha o huida.

Como una peonza que está dando vueltas muy rápido, estamos a punto de saltar…

Otras veces la emoción básica inicial es de miedo, causada por una noticia o un hecho intrascendente. Lejos de restarle importancia algunas personas le dan vueltas a una idea cada vez más negativa de que algo malo va a pasar o ya ha sucedido, sin que tal hecho sea real.
  
Como siempre el asunto entonces es:

 ¿Cómo detener esta cadena de conversaciones?

Dándose cuenta.

Es importante estar atento a los sentimientos, a los pensamientos y a las conversaciones internas que deriven hacia ese bucle de enfado/miedo/vergüenza – conjetura – enfado/miedo/vergüenza…

Detectar la cadena de barruntos negativos.

Detener sus efectos cambiando el guión mediante preguntas:

¿Esto ha sucedido?

 ¿Qué me lleva a pensar que el otro va a actuar así? 

¿Puede suceder de otra manera?

Si yo fuera el otro, ¿cómo actuaría?

¿Qué puedo hacer para salir de la duda?

¿Hay una opción mejor?

Son ejemplos, no una lista cerrada.

Cada persona es SU mundo.

Vigílate, y no te “rayes”.

miércoles, 24 de julio de 2013

Personas víricas, emociones instrumentales


Puedes encontrar más información sobre mi trabajo como Psicólogo y Coach en www.gabinetesumar.com

Hace algún tiempo (en marzo del año 2012) puse un enlace en mi página Facebook.

Era un artículo del periódico El País, que trata sobre personas víricas, o personas tóxicas en la versión del mismo tema de Fernando Stamateas.

Las personas víricas son, según Patricia Ramírez, la escritora del artículo, personas que nos contagian sus emociones negativas y nos dejan sin energía. Muchos hemos tenido a alguien así cerca, y terminas por apartarte de su influencia, de su cercanía, de su presencia y de su amistad.

Describe Patricia en el artículo varios tipos de virus humanos, víctimas continuas de todo lo que sucede, a las que todo les sale mal, o que tienen toda la mala suerte.

Otros son caraduras, criticones, tienen mala idea o, simplemente, son víricas porque lo que quieren es hacer daño.

Muchas personas mantienen una posición continua de “dolor”, son víctimas del mundo y de sus circunstancias. Algo traté en este blog cuando hablé del locus de control, de la culpa y de la responsabilidad.

Hoy quiero centrarme en las emociones, en lo que estas personas dicen sentir o sienten.

Todas las personas tenemos sentimientos, emociones, que son parte de nosotros mismos tanto como lo son los pensamientos. Sin emociones no creo que se pueda llevar una vida plena. Las emociones se entrecruzan muchas veces en el camino de la razón, y eso ni siempre es malo, ni siempre es bueno.

Somos seres vivos, seres humanos con derecho a equivocarnos y con derecho a acertar sin saber por qué.

Se han descrito seis emociones básicas, comunes a todos y cada uno de los seres humanos desde su nacimiento, a todas las razas y culturas, son alegría, sorpresa, enfado, miedo, asco y tristeza. 

Junto a estas emociones básicas existe todo un catálogo de sensaciones, emociones y sentimientos desde el amor a la vergüenza, sin que estos sean extremos de ninguna línea de sentimientos.

A veces esos sentimientos son adaptativos y otras veces disfuncionales. Sentir tristeza puede ser necesario, en caso de una pérdida, para recomponerse. Sentir miedo también puede salvar nuestra vida en caso de peligro real.

Pero estar enfadado continuamente, o tener miedo del aire, puede hacer que nuestra vida sea complicada.

Las emociones no se pueden controlar cuando surgen, especialmente si son respuesta a una situación concreta, pero sí podemos decidir cuánto tiempo queremos quedarnos en esa emoción, especialmente si nos provoca dolor.

Otras veces provocamos la emoción, o el efecto visible de la emoción. Los niños lo hacen muy bien cuando lloran para conseguir algo.
 

En este caso las emociones son un medio para conseguir algo de los demás. Son emociones “instrumentales”, en palabras de Leslie Greenberg.

Cuando esas emociones se refuerzan, por ejemplo consiguiendo lo que nos proponíamos, pueden convertirse en una respuesta continua como forma de relación con los demás, especialmente en el caso de enfrentarnos a una dificultad.

Algunas personas víricas han convertido esa emoción instrumental en su medio de vida emocional, en su forma de relacionarse con los demás. Son las víctimas, los miedosos, los que descargan su responsabilidad en los demás, los que siempre tienen un dolor insuperable (que puede ser real, pero no insuperable), los que son más desgraciados que tú, les cuentes lo que les cuentes.

Su emoción instrumental, a base de reiteración, ha traspasado lo fingido hasta convertirse en “real”, hasta ser parte de ellos mismos.

Sufrir continuamente no tiene sentido. Por lo menos yo no se lo veo.

La desgracia viene y la emoción negativa que la acompaña quizá no pueda evitarse. Pero mantenerse en la desgracia mental, en la posición de víctima una vez superada la situación sí. Hay vida después, seguro.

Si conoces a alguien así, cuéntale que puede salir de su laberinto.

Si te has reconocido en estas líneas, no lo siento, si escribo es para sacarte de tu zona de confort, así que, espabila.

Si necesitas ayuda o conoces a alguien en esa situación, puedo ofrecértela a través de la página de Gabinete Sumar (www.gabinetesumar.com)

miércoles, 17 de julio de 2013

Empoderamiento



Esta palabra está en el Diccionario de la Real Academia, como acción y efecto de empoderar. Y empoderar es hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido.

Es un concepto que cada vez oigo más.

Se utiliza sobre todo en relación al intento de conseguir que personas que viven en zona o entornos desfavorecidos consigan gobernar su vida. También y especialmente se refiere a mujeres que necesita tomar el mando de su vida, en zonas en las que ser mujer es una desventaja en si misma.

Según la Wikipedia, El Diccionario Panhispánico de Dudas define "empoderar" como "conceder poder a un colectivo desfavorecido socio-económicamente para que mediante su autogestión mejore sus condiciones de vida". Este añade: "El verbo empoderar ya existía en español como variante desusada de apoderar.”

Pero esta palabra ha dado el salto hacia otros usos, cercanos al Coaching y a la Psicología. Empoderarse es tomar el mando de nuestra vida, también en entornos en los que deberíamos estar seguros.

Muchas personas dejan que otros guíen sus acciones, prefieren ser ovejas dentro de su zona de confort, y si acaso quejarse amargamente de lo más que les trata la vida.

Empoderarse es hacerse responsable de lo que nos pasa, cambiar la visión del mundo como el lugar del que todo procede hacia el lugar en el que vivimos, del que podemos obtener lo que necesitemos y en el que vivimos según queremos.

Cada persona tiene y vive en una situación distinta, y sin embargo en el transcurso de la vida pasamos por situaciones parecidas.

Cuando dos personas se encuentran ante una dificultad, uno puede pensar en lo malo que es el mundo trayéndole problemas, y se acurrucará esperando a que las cosas se solucionen, o alguien le dé la solución.

Otro puede encontrar en esa situación un reto en lugar de un problema, un motivo por el que buscar recursos dentro de sí mismo para superar ese obstáculo y convertirlo en un lugar de aprendizaje, o un motivo para cambiar el camino que venía siguiendo por otra más apetecible.

Podemos tomar el mando de nuestra vida, empoderarnos, llenarnos del poder de decidir sobre nosotros y sobre cómo queremos que nos afecten las desgracias una vez afrontada y aceptada la emoción inicial. Podemos ocuparnos.

O podemos escondernos bajo las etiquetas “no puedo”, “no sé”, “no me dejan”, “si tan solo tuviera…”, “si tan solo supiera…”

No valen para avanzar, solamente para resguardarnos de la responsabilidad.

Ahora tú decides.

¿Quieres avanzar, crecer, ser dueño de tu vida ocupándote de ella?

¿O vas a quedarte mirando por la ventana a que llegue tu salvación?

miércoles, 10 de julio de 2013

Emociones, razón y tiempo


El Coaching proporciona herramientas para mejorar el entendimiento de nuestro mundo interior.

Entre estas herramientas están las distinciones, que no son sino la comparación entre conceptos que parecen próximos, señalando las diferencias entre una posición que provoca disfunciones, molestias, dudas, quiebres en la terminología del Coaching, y otra más equilibrada.

Algunas de estas distinciones ya las he tratado antes (culpa – responsabilidad, ocuparse – preocuparse). Un buen libro para ver más distinciones es “No es lo mismo” escrito por Silvia Guarneri y Miriam Ortiz de Zárate.

También he hablado antes de la importancia de vivir en el presente, de sentir el momento actual, lo que se tiene. De dedicar toda la atención a lo que ahora pasa y dónde estamos ahora.

En muchas ocasiones les digo a las personas a las que acompaño en su crecimiento que el tiempo se escapa si no se emplea.

El tiempo es una línea continua que va desde el pasado hacia el futuro, pero nosotros solamente utilizamos un punto concreto, el ahora.

Por eso ahora voy a detenerme en una distinción sobre el momento presente, sobre vivir en el presente o vivir para el presente.

La distinción está incluida (aunque no con el título de distinción) en el Libro Emociones, Una Guía Interna”; y allí su autor, "Leslie Greenberg" distingue entre vivir en el presente como una forma de aprovechar cada momento disfrutándolo de vivir para el presente, de modo que no dedicamos ni un segundo en prever lo que pueda venir.

Vivir en el presente es ser consciente de estado de nuestros sentimientos, del momento. Por lo que sé se encuentra cerca la idea del concepto de Mindfullness. En este estado de sentir el presente y de estar en el presente, podemos ocuparnos también del futuro, de las consecuencias futuras de nuestras acciones, planificando, previendo y ocupándonos de nuestro futuro.

Vivir para el presente es estar solamente centrados en lo que podemos hacer, sentir, coger, amar, sufrir, sin ocuparse del futuro ni de las consecuencias que lo que hacemos ahora puedan tener. Vivir para el presente es arriesgarse en cada momento.

Las emociones, que son universales según Greenberg, nos permiten conectar el pasado con el futuro a través del presente. Permite sentir y recordar lo aprendido, permite prever cómo nos sentiremos en momentos del futuro, por ejemplo cuando hayamos conseguido nuestros objetivos, o estemos en los lugares que queremos visitar, o conozcamos a esa persona que queremos conocer; son “ensayos”.

De nuevo centrarse en un momento temporal único, sin atender a los demás, puede traer problemas. Si nos quedamos anclados en el pasado, en las emociones ya sentidas, nublaremos el presente con los recuerdos positivos, y perderemos ocasiones de aprender por las emociones negativas del pasado que nos cerrarán puertas en el futuro.

Si lo que hacemos es confundir el ensayo de la emoción, de la situación, con lo que VA a pasar, tal vez nos preocupemos por situaciones que no solamente no han pasado, sino que no van a pasar, y coloquemos en la cabeza de otros las emociones que solamente están en la nuestra, generando incomodidad, frustración o equívocos.

Greenberg propone integrar la emoción y la razón en su libro, siendo ambas imprescindibles para el ser humano. Y propone aceptar las emociones negativas como parte de nosotros, pues son parte del aprendizaje de nuestra vida.

Las emociones básicas son seis: alegría, sorpresa, enfado, miedo, asco y tristeza. Podemos decidir en qué emoción estar instalados con asiduidad, aunque todas surgirán con fuerza cuando menos lo esperemos. No creo que sea bueno intentar “controlarlas”, limitarlas. Surgirán y es bueno aceptar su existencia. Importa la forma en que las tratemos, e importa el tiempo en el que decidamos quedarnos instalados en esa emoción.

Tú ¿Cómo has decidido sentirte hoy?