miércoles, 9 de octubre de 2013

Equilibrio


Llevo unas semanas yendo a un gimnasio. Estoy recuperando el tono de la musculatura, especialmente en las piernas.

Lo que he descubierto, gracias a Marta, la entrenadora que me está ayudando, es que he perdido en buena parte el equilibrio físico. Concretamente me cuesta mantenerme en equilibrio sobre una pierna o sobre superficies inestables. La musculatura no está acostumbrada.

Porque el equilibrio es algo más que ser capaz de mantenerse de pie. Es ser capaz de mantenerse de pie aun en superficies o en posiciones inestables.

Hace algún tiempo ley sobre un ejercicio relacionado con esto (se llama Jin Ji Du Li), que consistía en mantenerse sobre un solo pie, por un tiempo muy corto, y con los ojos cerrados. Parece fácil, pero por el momento no he alcanzado los diez segundos mínimos que se exigen, aunque no creo que mi cuerpo haya envejecido lo que se advierte en el ejercicio. El tiempo de permanencia en este equilibrio debe ser, según la medicina china, de un minuto.

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, equilibrio tiene varias acepciones:

1. m. Estado de un cuerpo cuando fuerzas encontradas que obran en él se compensan destruyéndose mutuamente.

2. m. Situación de un cuerpo que, a pesar de tener poca base de sustentación, se mantiene sin caerse.

3. m. Peso que es igual a otro y lo contrarresta.

4. m. Contrapeso, contrarresto, armonía entre cosas diversas.

5. m. Ecuanimidad, mesura, sensatez en los actos y juicios.

6. m. pl. Actos de contemporización, prudencia o astucia, encaminados a sostener una situación, actitud, opinión, etc., insegura o dificultosa.

Cuando hablamos de equilibrio físico, nos referimos a las primeras acepciones, y en el caso del cuerpo, más bien a la capacidad de mantenerse de pie, de no caerse, en cualquier situación.

También se puede decir que el entorno está equilibrado, cuando existe armonía. Y esto se aplica a las pinturas, a la música, a la arquitectura, al arte en general, al entorno físico directo de cada uno…

El equilibrio significa redondez, tranquilidad, una situación en la que nada interrumpe o inquieta. En la que el movimiento es fluido.

Pero si vamos hacia lo que es el objetivo de este blog, el bienestar vital y el crecimiento como personas, el equilibrio en sí mismo deja de ser el punto absoluto de referencia. Me explico

Según la quinta acepción del diccionario, equilibrio es ecuanimidad, mesura y sensatez. Una persona equilibrada sería una persona que actúa con tranquilidad, pensando antes de actuar. Una persona cuyos actos y expresiones son predecibles y en general plausibles.

Una persona desequilibrada sin embargo no es la que no actúa con sensatez de forma continua, sino más bien aquella de la que no se sabe cual va a ser su respuesta, no sabemos hacia dónde va a “caer”.

Parece que encontrar el equilibrio es el ideal.

Y efectivamente estar en equilibrio con uno mismo es importante. Sentir que pensamientos y acciones están equilibrados. Sentir que existe equilibrio entre lo que queremos y lo que hacemos para lograr nuestros sueños, deseos o metas.

Ese equilibrio no es una situación de inmovilidad. Sino que se parece más al equilibrio del cuerpo, que siempre busca por sí mismo reencontrar el punto de estabilidad, a pesar de las condiciones cambiantes.

Cuando adaptamos la conducta al entorno, manteniendo nuestra mirada en aquello que deseamos, estamos en equilibrio. Modulando los actos para continuar hacia nuestros sueños. Y esto aunque los sueños cambien, puesto que en el curso de la vida a veces los acontecimientos externos o internos hacen que de repente el objetivo sea otro.

Sin embargo, en purismo, también podríamos decir que es equilibrada la vida de alguien que ya no avanza, que se ha conformado (aunque no aceptado) con lo que tiene. Que sufre por su situación, pero no hace nada por cambiarla porque el esfuerzo de moverse es mayor que el “dolor” que siente.

Esta persona estaría en equilibrio, dentro de su zona de confort. Dentro de su queja sin movimiento.

Este equilibrio no es el que buscamos, no es el que yo creo que sea deseable. Cualquier coach te dirá que es necesario “empujar” a quien se encuentre en esta situación fuera de su caja de confort, fuera de su equilibrio. Porque de lo contrario se mantendrá en esa situación de lamento inmóvil, sin hacer nada por solucionarlo, esperando que alguien venga a solucionar su problema. Y para los problemas de cada uno, quien tiene la mejor solución es uno mismo.

Por eso he dicho antes que el equilibrio no es el punto absoluto de referencia en lo que concierne al bienestar mental. Porque una persona puede mantenerse en equilibrio, es decir, sin moverse y si que nada la pueda mover, dentro de un estado de sufrimiento y de queja.

Queda también por hablar del equilibrio cerebral, el equilibrio hemisférico. Equilibrio entre los procesos lógicos regidos principalmente por  el hemisferio izquierdo, y la capacidad de expresar sentimientos, la empatía o la intuición, que se sitúan en el hemisferio cerebral derecho. Ambos hemisferios están conectados por el cuerpo calloso.

En ocasiones los dos hemisferios comienzan a trabajar sin suficiente sincronía. Existen distintos sistemas para ayudar a recuperar el equilibrio, entre ellos movimientos oculares y sonidos, que son los sistemas que yo utilizo en el trabajo.

Ahora queda por preguntar:

¿Cuál es tu equilibrio?

¿El de quién no quiere moverse para no caer?

O

¿El de quién quiere avanzar y crecer y continuamente abandona el punto de equilibrio cómodo para alcanzar sus sueños?

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